ENCUENTRO EN EL CAFÉ GUERBOIS
Texto introductorio del catálogo a cargo de Soren Peñalver (Escritor y poeta)
Fue durante una tarde propicia a causa de la lluvia, parecida a como la describió John Rewald refiriéndose al grupo de los impresionistas: "En tiempos del alumbrado de gas, cuando los pintores tenían que dejar sus pinceles al irse el sol, era frecuente que pasaran el atardecer hasta la caída de la noche en uno de los muchos cafés donde los artistas, los escritores y sus amigos habían tomado la costumbre de reunirse..." (1). Por las mismas fechas, un adolescente asombroso llegó a París, en donde por una corta temporada dio a su vida una tregua, para desaparecer luego como por ensalmo, irrecuperablemente. ¿Qué habría ocurrido si el destino hubiera facilitado el encuentro de Manet, Sisley, Degas, Rendir, Renoir, Pisarro, Cézanne, Monet, Guy, Bazille o Fantin-Latour (que por cierto, le inmortalizó en uno de sus cuadros (2)) con Arthur Rimbaud, el poeta iconoclasta, rebelde y deslumbrante de las Illuminations?
Aquella tarde de fina lluvia fría, de prontas sombras otoñales, ocurrió nuestro encuentro en aquel café en el número 11 de la Grande rue des Batignolles (más tarde avenida de Cliché). Un encuentro, propiciado por supuesto por capricho del tiempo, en la dimensión del arte, entre aquellos primeros impresionistas, Rimbaud, Manuel y yo mismo.
El remuement calme (3) y el essor (4) que distinguen la pintura de Manuel Vacas tienen mucho de la inspiración de aquella época, el mundo de los rostros y las cosas vistas con el ojo impresionista; y, también, con la inspiración posterior de trazo amplio y coloración compacta del arte pop anglosajón (citar unos nombres sería concretar unas influencias que no se ha dado sino indirectamente). Sosegado movimiento e impulso animan la variada temática de Manuel Vacas, que va de la naturaleza muerta al paisaje rural y urbano, el costumbrismo y el retrato y la figuración humana, el bodegón y el detalle abstracto. Las telas guardan intimidad con el modelo; es decir, parecido interpretado con sensibilidad objetiva y subjetiva. O si lo queremos decir mejor, como el poeta: el artista es objetivamente subjetivo y, a la vez, subjetivamente objetivo (5). Amplitud de miras y delicadeza en el detalle se agrupan en la pintura de Manuel Vacas; su fuerza pictórica no anula en absoluto la pureza estética del conjunto. La luminosidad sombreada de las regiones interiores, o de las tierras litorales mediterráneas y ensanchadas hacia el Atlántico, como su natal Extremadura, Hacen que Vacas concrete en sus lienzos el claroscuro de una luz tormentosa y traducida a matizaciones solares de belleza lograda. Por ejemplo, esto es evidente en motivos mostrados en "Bajo el paraguas", "Viajeros", "Paseo de mediodía", "Prisas", "Mercadillo Nocturno", "La tormenta", "Descanso en la sombra", "Al otro lado", "Café de agosto", "Tarde en Valencia". Y diríamos que en toda su pintura.
El pintor vive en su tiempo sin que éste le condicione... Nos apresuramos ahora como en aquella tarde lluviosa del pasado (la perspectiva de las calles de París, anegadas de lluvia, formaban un motivo impresionista, como también los rostros, el cielo oscurecido, el tráfico y los árboles), a través de la vorágine de los años. Vamos, pues, a renovar aquel encuentro, tantas veces aludido, memorable, en el Café Guerbois, con Manet, Sisley, Degas, Rendir, Pisarro, Cézanne, Monet, Guy, Bazille o Fantin-Latour.
SOREN PEÑALVER
(1) Historie de l´impressionisme, 1946
(2) Le coin de table (1872). Museo del Louvre.
(3) Sosegado movimiento.
(4) Impulso, vuelo del alma o la imaginación.
(5) Fernando Pessoa.